16 julio 2011

Deseo a primera vista.

Él estaba apurado, entró rápido porque trataba de esconderse de una persona que le parecía muy fastidiosa. Presionó el primer botón que sus dedos sintieron y volteó en seguida para saber si estaba sólo. Ahí estaba ella, viendo directo al suelo y fijándose en las formas que estaban dibujadas en la alfombra bajo sus pies. No había más nadie en el lugar.

Como por instinto el dirigió su mirada hacia la misma dirección a donde ella veía, pero mas allá de ver las figuras en la alfombra, detalló por completo a su desconocida compañera. Ambos levantaron la mirada casi en coordinación perfecta. Ella asomó una sonrisa de las que claramente son por cortesía mas no por gusto. Esa expresión de sonreír por obligación y luego se quedó total y completamente seria, buscando algún lugar específico para dejar la mirada fijada en el.

Él, en cambio, sonrió porque así se sentía, feliz de haberla visto. Tan sólo una mirada más, cuidadosamente, de arriba hacia abajo, tratando de no ser tan obvio para que su compañera no creyera que su mirada era despectiva o grosera, pero quería mirarla una vez mas y por completo. Su estúpida sonrisa no se había borrado de su cara, solo que ya no era tan amplia porque estaba embelezado detallando cada cosa posible de ver.

Su cabello color chocolate, no estaba atorrantemente rizado ni perfectamente lacio, estaba naturalmente ondulado y se veía mas que perfecto. Su rostro era como de porcelana; lo suficientemente adorable como para considerarla un ángel, inexpresivo como para idealizarla como diosa y adecuadamente sensual como para saber que era humana. Sus ojos color café, se veían casi negros; parecían impenetrables, dignos para tanta belleza. Sus labios: carnosos pero finos, provocadores pero delicados. En seguida se imaginó besándola intensamente. Su cuello alto y blanco, exhalaba el perfume mas divino que alguna vez el hubiese disfrutado.

Su piel blanca, se veía perfecta. Sus senos encajaban perfectamente con su feminidad y su cintura era digna de inspirar malos pensamientos. Sus caderas eran del tamaño perfecto. Sus piernas largas y esbeltas, con formas perfectas y definidas. No pudo negarse a imaginar que algún día podría disfrutar del cuerpo de tal mujer. Empezó a desear tenerla en todo sentido; que su cuerpo y sus sentimientos fueran entregados todos a él.

El ascensor se abrió y ella se fue, dejando así a su masculino compañero lleno de deseos y nefasta soledad.


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